CONTANDO LA NOTICIA DE OTRA MANERA
“Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo.” — George Santayana
Un tirano en bronce en los andenes del olvido
Moscú vuelve a mirar al pasado. No al pasado reflexivo, sino al pasado glorificado. En una de las estaciones más concurridas del metro de Moscú, una estatua de Joseph Stalin ha sido recientemente reinstalada, décadas después de ser retirada durante la desestalinización de los años sesenta. La figura del dictador soviético vuelve, desafiante y contemplativa, flanqueada por niños con flores y trabajadores rendidos a sus pies. La imagen es tan poderosa como polémica.
La noticia fue reportada desde Moscú por Ivan Nechepurenko para The New York Times, quien confirma que la escultura ha provocado tanto fascinación como rechazo. En tiempos de guerra en Ucrania y de narrativa controlada desde el Kremlin, la estatua no es un simple acto cultural, sino una pieza más del relato heroico que el gobierno de Vladimir Putin intenta consolidar.
"Ganamos la guerra gracias a él", dice una pensionista moscovita, mientras otros, como Vladimir, un joven estudiante de historia, observan con temor el creciente revisionismo histórico. Stalin —el mismo que ordenó purgas, deportaciones y hambrunas masivas— es presentado ahora como símbolo de orden y grandeza. En un país donde criticar puede costar la libertad, la línea entre historia y propaganda se desvanece.
Putin, que en 2017 condenó públicamente los crímenes del estalinismo durante la inauguración del Muro del Dolor, parece ahora tolerar —cuando no alentar— este renacimiento simbólico. ¿Se puede rendir culto a un asesino de masas y al mismo tiempo reconocer sus víctimas?
“Me resulta difícil expresar mi opinión”, dijo un joven anónimo. “Pero ningún otro monumento atraería tanta atención”.
RCJ Digital: Tal vez no se trate solo de recordar al líder soviético, sino de exaltar el símbolo que conviene al poder de turno. En los silencios que acompañan a las flores depositadas a los pies de la estatua, hay también gritos silenciados de millones. Porque la historia, cuando se utiliza como arma, ya no es memoria: es manipulación.