“La traición de unos pocos no puede manchar a todos"
Las palabras que no se improvisan
"Voy a continuar porque el proyecto político va mucho más allá de mi persona y no ha culminado" — Pedro Sánchez
Este 9 de julio de 2025 no fue un miércoles cualquiera en el Congreso. Fue una jornada suspendida en la tensión, donde se jugaba algo más que una legislatura: el alma política de un país. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, compareció en una sesión monográfica marcada por acusaciones, traiciones internas, ataques personales y una decisión esperada por todos: ¿seguiría adelante o dimitiría?
El rumor del abandono, disipado
“He considerado convocar elecciones e incluso mi dimisión. Me pareció la solución más sencilla”, confesó Sánchez, desnudando por primera vez su tormenta interior. Pero a renglón seguido dejó claro que el camino elegido era otro: la resistencia y la transformación. “Voy a continuar porque soy un político limpio”, afirmó, elevando el tono y dejando claro que esta historia no ha terminado.
"Profunda decepción conmigo mismo y en quien no debí confiar", admitió. Pero en esa frase también se leía un giro ético, la voluntad de no dejarse devorar por la frustración. “La traición de unos pocos no puede manchar a todos", dijo, en defensa de su partido, del proyecto de país y de una idea de política que no se rinde.
Enfrentado a los suyos y a los otros
Sánchez no esquivó las sombras en el seno del PSOE. Habló de su incredulidad inicial al oír rumores sobre Santos Cerdán: “Mi primera reacción fue de incredulidad”, dijo. Pero no se escudó: “Ni yo ni nadie de mi Gobierno conocíamos el contenido del informe de la UCO”. Era una declaración con peso: lo personal, lo institucional y lo moral se cruzaban en su discurso.
Sus palabras fueron contenidas, sí, pero no frías. Se refirió a su vínculo con Santos Cerdán —“Lo conocí en 2014. En 2017 fue una de las personas que me apoyó y me aupó”—, con una mezcla de gratitud y desencanto. Pero también dejó claro que la ética es más fuerte que la nostalgia: “La política requiere responsabilidad y ejemplaridad”.
La frase que rompió el debate
Y entonces llegó el fango. Alberto Núñez Feijóo cruzó todas las líneas rojas al hacer alusión directa a la familia del presidente: “¿De qué prostíbulos ha vivido usted? Partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución y ahora quiere usted ilegalizar su biografía. Allá usted, pero no se compare conmigo, he sido honesto con usted”. Fue una frase brutal, indigna de la solemnidad del hemiciclo y de la talla que se le presupone a un jefe de la oposición.
En su intento por construir una alternativa, Feijóo no ofreció propuestas, solo lodo. Acusó a los socios de Sánchez de “ser peor robar que matar”, se burló de Sumar, tildó al Gobierno de “organización criminal”, y terminó en tono inquisitorial: “Lo mejor es confesar lo que sabe, ayudar a devolver el botín y convocar elecciones. No tiene otra”.
"Cuando el odio entra por la puerta de la política, la democracia sale por la ventana" — Simone Weil
La dignidad no se rinde
Frente a eso, Sánchez alzó la voz desde otro lugar: “Aspiro a recuperar la confianza de los grupos parlamentarios”, sentenció. Y con ello dio un paso más allá de su figura. Apeló a lo colectivo, a la continuidad de un modelo social. “Los comentarios machistas de ese informe están en las antípodas de lo que mi partido representa”, subrayó. Porque la batalla no era sólo contra el barro: era contra la desmemoria.
Hoy, mientras una parte de la oposición se agita con estrategias de destrucción, Sánchez eligió hablar desde la ética. “PP y Vox llevan años construyendo que soy un presidente megalómano”, denunció. Y sin embargo, no lo hizo para victimizarse, sino para decir: “No me voy. Porque esto va de España, no de mí.”
“Cuando un político se atreve a reconocer sus dudas, sus errores y su humanidad ante una jauría de hienas mediáticas y parlamentarias, no estamos ante debilidad, sino ante una fortaleza inusual: la del que sigue de pie sin mancharse.”
✒️ RCJ — La otra manera de contar el relato
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