“El que pueda hacer, que haga…” – El manifiesto silencioso de Aznar que activó el asedio
“El que pueda hacer, que haga. El que pueda aportar, que aporte. El que se pueda mover, que se mueva.”
Tres frases que no son discurso: son instrucción. Y están en marcha.
“El que pueda hacer, que haga” – La orden silenciosa que activó un frente
En las circunstancias convulsas que atraviesa hoy España —un país que busca avanzar mientras algunos desean arrastrarlo al pasado— hay frases que no son simples palabras: son detonantes. Y esta, lanzada por José María Aznar como quien deja caer un fósforo encendido sobre pólvora seca, lo resume todo: “El que pueda hacer, que haga.”
No es un consejo. Es una consigna.
No es una frase suelta. Es una estrategia envuelta en tono paternalista.
En tiempos donde se perciben movimientos de derrocamiento encubierto, el gobierno tiene la obligación moral y política de responder con inteligencia, no solo desde los gabinetes, sino con presencia activa de Pedro Sánchez, quien debe recuperar el relato, porque lo están arrebatando a golpes de titulares, tertulias incendiarias y arengas disfrazadas de prudencia.
La oposición, encabezada por Núñez Feijóo pero dirigida desde la sombra por Aznar, ha comenzado a ejecutar —casi con fervor litúrgico— esa frase:
“El que pueda hacer, que haga.”
¿Qué quiere decir eso realmente?
Significa: “Ya no hay tiempo para los cautos ni espacio para los tibios. Que cada cual, desde donde esté, mueva ficha sin esperar instrucciones.”
Con ese imperativo seco, Aznar despierta a las voluntades dormidas del PP. Convoca a alcaldes que pensaban en la gestión y no en la guerra, a presidentes autonómicos que hablaban de pactos y no de trincheras, a senadores que habían elegido el silencio. Pero también lanza un guiño a los empresarios que financian campañas, a los opinadores que dictan dogmas desde las ondas, a los jueces que aún creen en una España uniforme, sin matices.
Su mensaje es claro:
“No esperen. No duden. No titubeen. Hagan.”
Y lo que parece una arenga interna es, en realidad, un código para la ofensiva general. Porque dentro de esa frase se esconde un objetivo oscuro pero concreto: iniciar un acoso institucional y mediático contra el gobierno legítimo de Pedro Sánchez. Que se sienta la presión en todos los frentes: en los juzgados, en las portadas, en los platós, en los pasillos del Congreso y hasta en la calle.
Una frase así, breve y contundente, no se improvisa. Aznar sabía muy bien lo que decía y cuándo decirlo. Lo lanzó justo tras el acuerdo entre el PSOE y ERC por la ley de amnistía, como quien marca el inicio de una nueva etapa: la resistencia conservadora al avance del pacto democrático.
Hoy, esa frase ya no es solo un eco. Es una orden que se está cumpliendo.
El que pueda aportar, que aporte” – La financiación del relato, el músculo del poder
Y entonces llegó la segunda consigna, tan medida como la anterior, tan calculada como un movimiento de ajedrez que busca rodear al rey antes de anunciar el jaque mate:
“El que pueda aportar, que aporte.”
No es una invitación. Es un reclutamiento.
Y no habla solo de ideas: habla de recursos, de estructuras, de influencia.
Porque tras esa frase, tan neutra en apariencia, se oculta la activación del aparato logístico del poder conservador. Aznar ya despertó a los cuadros políticos con su primer mensaje. Ahora, convoca al patrocinador del relato, al financiador de la batalla, al que en la sombra sostiene medios, lobbies, fundaciones y aparatos de propaganda.
¿Aportar qué?
Dinero, claro.
Columnas disfrazadas de análisis.
Minutos de televisión bien colocados.
Contactos con jueces “sensibles”.
Encuestas que midan, pero también manipulen.
Puertas giratorias que aseguren obediencia futura.
En esta etapa de su cruzada, Aznar no necesita grandes discursos ideológicos. Necesita inversores de la polarización, mecenas de la crispación, figuras que apuesten —como en bolsa— por una futura caída del Gobierno y una subida del bloque conservador. Sabe que sin músculo financiero no hay relato que sostenga ni movimiento que perdure. Y por eso esta frase activa una red paralela, un tejido invisible que ya se mueve.
Los que pueden aportar... ya están aportando.
Con silencios comprados, titulares orientados y campañas virales que distorsionan la realidad. Porque mientras el Gobierno de Pedro Sánchez intenta comunicar avances sociales, recuperación económica o acuerdos históricos, el relato está siendo secuestrado por quienes aportan no para informar, sino para condicionar.
Y aquí Pedro Sánchez no puede delegar. Debe estar, debe hablar, debe mostrar.
Cada silencio suyo es una página que otros llenarán con tinta ajena.
Esta frase de Aznar no es un segundo paso, sino un segundo golpe. Uno que no se da en el Parlamento, sino en los despachos de grandes medios, en las fundaciones con nombre inglés, en los bufetes de abogados que redactan demandas como si fueran editoriales.
Porque cuando Aznar dice “que aporte”, sabe que no todos pueden hacerlo con palabras, pero muchos sí pueden poner el altavoz, la sala, el patrocinio y el eco.
Y están respondiendo.
“El que se pueda mover, que se mueva” – Cuando la calle deja de ser del pueblo y se convierte en campo de maniobras
Y entonces Aznar remata la trilogía: “El que se pueda mover, que se mueva.”
No es una frase al viento. Es la llamada final al despliegue, a la ocupación simbólica —y si es necesario, literal— de todos los espacios posibles.
Quien pueda salir, que salga.
Quien pueda organizar, que organice.
Quien pueda marchar, que marche.
Que se note. Que se vea. Que se grite.
Ya no basta con hacer.
Ya no basta con aportar.
Ahora hay que hacerse visible, imponer presencia, generar presión.
Aznar, veterano en los engranajes del poder, sabe que ningún proyecto político triunfa si no conquista la percepción colectiva. Por eso esta frase no busca otra cosa que movilizar masas: en las calles, en las redes, en los parlamentos autonómicos, en los círculos empresariales, en los púlpitos mediáticos.
Es una estrategia de cerco:
— rodear al Gobierno desde todos los flancos,
— saturar la opinión pública,
— sembrar miedo al “descontrol”,
— proyectar una España en ruinas, aunque los datos digan lo contrario.
Ya no se trata de oposición parlamentaria. Se trata de agitación social calculada.
No es resistencia: es ofensiva.
No es espontaneidad: es planificación.
Porque esta frase, lanzada con aparente ligereza, lleva dinamita emocional en su interior. Es una orden de marcha para los nostálgicos del 2017, para los que sueñan con una moción de censura desde las calles, para los que creen que la democracia solo funciona cuando ganan ellos. Y no es casual que la pronuncie justo después del acuerdo de amnistía con ERC: la medida más simbólica del perdón, respondida con la estrategia más calculada del castigo.
Lo que busca Aznar no es que se muevan por España.
Quiere que se muevan contra Pedro Sánchez.
Quiere transformar la crítica en presión, la presión en caos, el caos en caída.
Pero esta frase, también, lleva un peligro: si se mueve todo el que se pueda mover, puede encenderse una hoguera de inestabilidad que arda más allá de su control. Y eso ya no es política: es fuego social.
Por eso el Gobierno debe entender que esta no es una secuencia de frases sueltas. Es una arquitectura del derribo. Una triple llave que activa todos los resortes de poder —el institucional, el económico y el emocional— para asfixiar el relato, bloquear las reformas y derribar al Ejecutivo sin pasar por las urnas.
La democracia no se defiende sola
Frente a esto, el Gobierno de Pedro Sánchez debe asumir que callar es ceder. Que bajar el tono mientras el otro grita, es regalarle el eco. Que quien pierde el relato, pierde la voluntad popular.
Estas tres frases no son casuales. No son reflexiones sueltas. Son un programa.
Un manifiesto breve, pero demoledor.
Un llamado a la acción total del poder conservador.
Y por eso, quien crea en la democracia debe responder con más valentía, más claridad y más verdad.
Porque los que se están moviendo, ya no esconden que quieren tumbar.
Y los que aún callan, tienen que elegir de qué lado están.
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