Ábalos, entre mensajes y silencios: la historia detrás de una traición asumida
“La política no es otra cosa que la historia de las pasiones humanas disfrazadas de institucionalidad”. Quizás esta frase nunca tuvo tanto eco como hoy, cuando José Luis Ábalos, exministro de Transportes y exsecretario de Organización del PSOE, rompe su silencio en mitad del lodazal político conocido como el caso Koldo.
En conversación con La Sexta, Ábalos admite haber guardado durante años los mensajes que intercambió con Pedro Sánchez. Lo hizo, según explica, con la intención de escribir sus memorias. “Eso es historia de España, por eso los guardaba”, dice con una mezcla de orgullo y resignación, como quien preserva cartas de amor que luego se usan en un juicio. Dice tener ofertas de tres editoriales. Y sostiene que nunca imaginó que todo se convertiría en lo que hoy llama su “pesadilla”.
No hay metáfora más cruda para quien fue uno de los hombres de confianza del presidente del Gobierno. Ábalos asegura sentirse dolido, saturado, incomprendido. Lleva 17 meses soportando filtraciones, burlas y un silencio incómodo por parte del Gobierno. Nadie lo llama, nadie lo defiende. Y mientras tanto, las portadas lo devoran.
“Se reían cuando filtraban cosas de mi intimidad; ahora se escandalizan”, dice con amargura. Como si el espectáculo mediático que alguna vez aplaudieron hoy les resultara un pecado. Y aunque se le acusa de haber filtrado los mensajes de 2023 —algo que admite haber permitido—, niega rotundamente ser el responsable de la publicación de los del 2021. Asegura que esos estaban en manos de una persona de su defensa, pero no de Koldo García, su exasesor e investigado en la misma trama.
En el trasfondo, late una historia de lealtades rotas, silencios dolorosos y una verdad que sigue escarbándose como quien busca un tesoro en tierra yerma. Porque si algo queda claro es que, más allá de la culpa o la inocencia, hay heridas que se abren cuando el poder se convierte en distancia y el afecto, en archivo adjunto.
La historia de Ábalos no es solo la de un político en caída libre, sino la de un sistema donde la memoria se convierte en mercancía y la lealtad, en moneda de cambio. ¿Qué queda cuando se rompe el vínculo entre el poder y sus confidentes? Tal vez solo un hombre solo, una carpeta de mensajes y la amarga certeza de que en la política, los aliados de ayer pueden convertirse en los verdugos de mañana.
Fuente: Europa Press