
CONTANDO LA NOTICIA DE OTRA MANERA
"Los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo." — George Santayana
Mientras el expresidente Donald Trump aterrizaba en Oriente Próximo, con su habitual cortejo mediático y su retórica inflamable, en Gaza caían bombas. No es metáfora. No es diplomacia. Es crónica. Más de 80 personas murieron en las últimas 24 horas, en uno de los días más letales desde que se rompió el alto el fuego entre Israel y las milicias palestinas. Entre los escombros de Yabalia, al norte de la Franja, 22 niños. Repetimos: 22 niños, no combatientes, no soldados, no escudos humanos. Niños.
Según informó El País, citando al Ministerio de Sanidad de Gaza, la ofensiva israelí se ha cebado especialmente con el campo de refugiados de Yabalia. En ese minúsculo enclave, apenas un kilómetro cuadrado, la muerte se ha multiplicado sin previo aviso. Las imágenes que comienzan a circular son estremecedoras: cuerpos diminutos cubiertos con sábanas, mujeres gritando entre las ruinas, paramédicos que no dan abasto. Y mientras tanto, la comunidad internacional calla o balbucea comunicados estériles.
La coincidencia del viaje de Trump no es solo diplomática: es simbólica. El viejo aliado de Netanyahu, aquel que trasladó la embajada de EE.UU. a Jerusalén, pisa otra vez tierra caliente justo cuando los misiles vuelven a hablar por encima de cualquier acuerdo. “La violencia es el último recurso del incompetente”, escribió Isaac Asimov, y aquí, la incompetencia geopolítica ya ha mutado en costumbre.
Las cifras se vuelven insoportables con la costumbre. Desde el 7 de octubre de 2023, los muertos palestinos superan los 35.000, según el balance de fuentes locales y agencias internacionales. Más de la mitad, civiles. ¿Hasta cuándo puede una sociedad resistir la repetición del dolor sin perder su humanidad? ¿Hasta cuándo las democracias del mundo seguirán tolerando el castigo colectivo como política de seguridad?
VOCES QUE RESISTEN
Un joven palestino de Yabalia, con la voz temblando, declaraba a una radio local: “Ya ni lloramos. Solo rezamos porque termine el día con los nuestros aún vivos.” Su frase, simple, atraviesa cualquier frontera ideológica. Hay momentos en que el horror es tan descomunal que lo político se queda corto. Hoy, Gaza vuelve a ser el epicentro del desgarro humano, mientras los poderosos juegan a la geoestrategia como si no hubiera madres llorando.
RCJ