Lo atraparon en Murcia, pero el horror empezó en Mocha
Crónica de una hija silenciada… y un padre fugitivo
"No hay crimen más profundo que el que devora a la sangre propia". RCJ Digital
Fuente Álamo, Murcia. Un pueblo tranquilo al sureste de España, de calles soleadas y silencios largos. Ahí fue donde terminó su huida un hombre marcado por la sombra más espesa del horror: la de haber sido buscado durante años por el asesinato de su propia hija, una joven ecuatoriana de 16 años, cuyo cuerpo fue hallado sin vida en Mocha, Ecuador, con signos de violencia extrema en el cráneo. Era junio de 2021 cuando aquella niña, como muchas otras en Latinoamérica, se sumó a la estadística más cruel: la de quienes no logran ser protegidas ni siquiera por quienes las trajeron al mundo.
La Policía Nacional española logró la detención del sujeto esta semana, según informó Europa Press, tras una orden internacional emitida por las autoridades ecuatorianas. El fugitivo había logrado evadir la justicia durante casi cuatro años, hasta que la cooperación internacional cerró el cerco. La noticia ha sacudido tanto a Ecuador como a España, recordando una verdad incómoda: los feminicidios, aunque comiencen en geografías distintas, comparten el mismo lamento universal.
"La justicia puede llegar tarde, pero cuando llega, no toca la puerta: la derriba." —Frase anónima difundida por colectivos feministas
El crimen ocurrió en Mocha, un cantón pequeño del centro ecuatoriano, donde aún hoy el eco de ese golpe brutal sobre la cabeza de la menor sigue retumbando en las comunidades rurales que saben lo que es llorar sin cámaras ni titulares. Según los informes de 2021, la víctima fue hallada sin signos de vida y con una lesión letal que no dejó lugar a dudas. El padre desapareció poco después. Tres años después, su rostro fue reconocido por los agentes de la Policía Nacional en una operación conjunta de vigilancia. España lo detuvo. Ecuador lo reclama.
"No es venganza. Es justicia. Y la justicia tiene memoria larga." —Sonia Sotomayor
Una herida que atraviesa continentes
Mientras el sistema judicial ecuatoriano se prepara para solicitar su extradición, organizaciones defensoras de derechos humanos recuerdan que casos como este no son aislados. El asesinato de niñas y adolescentes a manos de sus propios familiares representa una de las formas más invisibilizadas de violencia estructural en América Latina.
En Europa, el caso ha despertado una ola de repudio entre colectivos migrantes y de mujeres. La Red de Mujeres Ecuatorianas en España pidió que este caso no se diluya en la burocracia, y que sea juzgado con todo el peso del Estado ecuatoriano. La memoria de la niña —su nombre aún no ha sido revelado por protección legal— exige más que una detención: exige verdad, justicia y reparación.
VOCES QUE RESISTEN
«La vida de una niña no puede terminar siendo un número ni una nota breve de prensa. Cada crimen de este tipo es una grieta moral que nos parte como sociedad», escribe una activista desde Quito. Y tiene razón. Porque aunque el asesino haya sido capturado, el verdadero desafío sigue siendo que ninguna hija tenga que temerle a su padre.