El Retorno del Bipartidismo y la Asamblea que Nadie Esperaba
“En política no hay casualidades. Si ocurre algo, puedes apostar que fue planeado así”, decía Franklin D. Roosevelt. Y en Ecuador, donde las elecciones siempre se leen también con el reloj de la historia, la nueva Asamblea Nacional es una fotografía del desconcierto y del cálculo. Para el periodo 2025–2029, el país ha regresado —como si fuera un eco de los 80 y 90— a una forma inesperada de bipartidismo.
Según los datos oficiales del Consejo Nacional Electoral, recogidos por GK, dos fuerzas se disputarán la hegemonía legislativa: Revolución Ciudadana (RC), con 67 escaños en alianza con RETO, y Acción Democrática Nacional (ADN), del presidente Daniel Noboa, con 66. Ninguna alcanza la mayoría absoluta —77 curules— en una Asamblea de 151 legisladores. Pero juntas representan el 90% del hemiciclo. Un bloque binario que anticipa tensión, pactos incómodos y vigilias políticas.
Esta distribución obliga a una danza de acuerdos. La RC, heredera del correísmo, podría tejer alianzas con Pachakutik (9 escaños) y el Partido Social Cristiano (PSC) (5 escaños), que se presentan como fuerzas más cercanas a su ideario. Por su parte, el oficialismo ha tendido la mano a Pachakutik, como se detalla en el análisis de SWI swissinfo.ch,
Pero en medio de ese equilibrio frágil, el oficialismo tiene una jugada en curso buscando una mayoría que respalde la gobernabilidad: si Daniel Noboa logra concretar una alianza estratégica —particularmente con los nueve legisladores de Pachakutik y algunos independientes—, podría asegurar no solo la gobernabilidad, sino también la presidencia de la Asamblea Nacional. Sería una doble victoria política que cambiaría el ritmo del tablero y daría al joven presidente un poder institucional inesperado, y quizás momentáneo, para impulsar sus reformas. En esa posibilidad, el correísmo pasaría de fuerza dominante a oposición negociadora.
En este nuevo tablero, destacan también los fracasos: Construye, que fue la segunda fuerza en 2023, apenas logró un escaño. Y el tradicional PSC, aunque ha sobrevivido, se desmorona con apenas el 0,71% de los votos en presidenciales, Movimientos locales 2, Alianza UP–PID–PSE 1. La política ecuatoriana parece haber expulsado a las viejas fórmulas para volver al antagonismo central: el correísmo y sus críticos.
La presidencia de la Asamblea aún está por definirse, pero lo que está en juego no es solo un puesto. Es un termómetro: saber si el país girará hacia el equilibrio o si se sumergirá en el estancamiento institucional. Marcelo Espinel, de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo, lo resume así: “es una suerte de bipartidismo”, pero uno sin reglas claras, sin confianza mutua y con la urgencia de pactar con enemigos de ayer.
VOCES QUE RESISTEN
En esta Asamblea ecuatoriana que se asoma dividida, sobresale una lección para el mundo político: cuando el sistema no ofrece mayorías claras, la verdadera política ocurre en las grietas. Pactar será inevitable. Ceder, también. Y resistir —como lo hacen quienes son señalados sin pruebas, como Begoña Gómez en España— será cada vez más un acto de coraje institucional. En Ecuador, donde los bloques se observan con recelo, lo único seguro es que el consenso será un arte en extinción o el primer paso hacia una nueva forma de gobernar.
— RCJ