FRASES CÉLEBRES CON HISTORIA
📅 9 de julio de 2025
José Saramago: El que nos obligó a parpadear ante la oscuridad
“Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, y eso es lo que somos.” – la verdad que ni el espejo puede reflejar
La frase que nadie pudo borrar del archivo
“Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, y eso es lo que somos.” – José Saramago
La llamada que no debía responder
La inspectora Luisa Armenteros revisaba el expediente del Caso Niebla. Otra desaparición sin rastro. Lo único que el desaparecido, Esteban Lira, había dejado era un manuscrito sin firma y una frase escrita a mano con tinta azul:
“Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre...”
Luisa, escéptica y fría, no creía en misticismos. Pero esa noche, al leer el expediente por tercera vez, sintió una incomodidad que no supo nombrar. Como si la frase le hablara.
—¿Quién eres tú, Esteban? —murmuró.
La grieta en el silencio
Días después, visitó el último lugar donde Esteban fue visto: una librería antigua en Lavapiés. El dependiente, un anciano que apenas hablaba, le entregó un cuaderno sin portada.
—Él vino a buscar eso. Me pidió que se lo guardara. No volvió.
Luisa hojeó el cuaderno. Estaba lleno de anotaciones, reflexiones y… nombres de personas que también estaban desaparecidas.
—¿Qué es esto? ¿Una lista? ¿Una profecía? —dijo en voz baja.
El texto que la obligó a mirar
Entre las últimas páginas, encontró esto:
“He descubierto algo terrible: la gente desaparece en vida. Y no vuelve. No es crimen. Es rutina. Es la mirada apagada. Nadie los busca porque nadie los nota. Solo algunos, como yo, se convierten en su propio expediente.”
Luisa sintió una punzada. Ella también llevaba años viviendo sin nombre, sin deseo, sin vértigo. Solo deber. Solo horarios.
Y entonces la frase de Saramago volvió, como cuchillo que abre, no que mata.
“Eso que no tiene nombre… ¿lo perdí?”
El acto final
Esa noche, Luisa no volvió a la comisaría. Fue a su casa, apagó el móvil, encendió una vela, y empezó a escribir algo que no era informe ni declaración. Era un testimonio. El suyo.
—No puedo seguir desapareciendo —dijo en voz alta, aunque nadie más la oyera.
Y por primera vez en mucho tiempo, no se sintió sola.
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