FRASES CÉLEBRES CON HISTORIA
📅 8 de julio de 2025
Juan Ramón Jiménez: El que escuchó la música del alma
“No corras, ve despacio, que a donde tienes que ir es a ti solo.” – el arte de no perderse por correr
La frase que evitó una caída
“No corras, ve despacio, que a donde tienes que ir es a ti solo.” – Juan Ramón Jiménez
El ascensor que no abrió
La luz del pasillo titiló justo cuando Diego iba a entrar al ascensor del piso 32. Su mochila colgaba de un hombro. Su cabeza iba más rápido que sus pies. Cuentas, facturas, reuniones. Ansiedad. Silencio. Todo al mismo tiempo.
De pronto, algo extraño: el ascensor no se abrió. Marcaba su piso, pero no abría. Diego suspiró y dio la vuelta. Subió por la escalera. Al tercer escalón, una pintada en la pared lo detuvo:
“No corras, ve despacio, que a donde tienes que ir es a ti solo.”
Era como si el universo le hablara. O como si él mismo lo hubiera escrito, sin saberlo.
El momento que le cambió el día
En el piso 33 no había reunión. Había una terraza vacía. Diego salió al aire libre. Se quitó la corbata. Se sentó. No miró el móvil.
—¿Dónde he estado todos estos años? —murmuró.
Y entonces recordó: de niño, su madre le leía Platero y yo. Su voz, lenta y serena, como si acariciara las sílabas. Se sintió en paz por primera vez en semanas.
La carta que no envió
Esa noche, escribió una carta. No a su jefe. Ni a su ex. Ni a nadie del mundo adulto. La escribió a sí mismo, a ese niño que había dejado atrás por correr demasiado:
“No te fallé, solo me perdí un rato. Estoy volviendo. Lento. Pero vuelvo.”
Y debajo, escribió de nuevo la frase de Juan Ramón. Como si fuera un conjuro. O un mapa.
El poema en la sala de espera
Una semana después, Diego dejó ese mensaje en una sala de espera. Lo pegó en un tablón, con un imán. Una mujer lo leyó. Se quedó mirándolo largo rato. Luego sonrió con lágrimas en los ojos.
Nadie sabe cuántas vidas salva una frase. Pero ese día, esa frase salvó al menos dos.
¿Quién fue Juan Ramón Jiménez?
Juan Ramón Jiménez (1881–1958) fue un poeta español nacido en Moguer, Huelva, y galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1956. Su obra, extensa y en constante evolución, es una de las más influyentes de la poesía española del siglo XX. Desde joven se sintió atraído por el arte y la literatura, y aunque comenzó estudios de Derecho en Sevilla, los abandonó para dedicarse por completo a la poesía.
En 1900 publicó sus primeros libros, Ninfeas y Almas de violeta. A lo largo de su trayectoria, su poesía transitó por tres grandes etapas: la sensitiva, la intelectual y la verdadera, esta última escrita en el exilio y de tono trascendente.
Su obra más conocida es Platero y yo (1914), una lírica en prosa que retrata la vida en su Moguer natal. Pero su legado va mucho más allá: cultivó una poesía pura, exigente, en busca de la belleza absoluta y la eternidad a través de la palabra.
"...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario." — Juan Ramón Jiménez
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