Emboscada en el Alto Punino: Cuando la Amazonía llora con sangre
"La guerra no es más que un asesinato en masa que se tolera porque conviene a los poderosos."
— Paul Valéry
En la espesura de la Amazonía ecuatoriana, la selva no sólo guarda secretos naturales: también oculta, entre lianas y ríos turbios, la ruta silenciosa del crimen organizado. El viernes 9 de mayo de 2025, esa frondosidad fue escenario de una tragedia que desnuda la fragilidad del Estado: once militares ecuatorianos fueron asesinados en una emboscada letal, perpetrada por disidentes de las FARC colombianas, conocidos como Comandos de la Frontera.
El escuadrón se encontraba desplegado en operaciones contra la minería ilegal, cuando fueron sorprendidos por un ataque con explosivos, fusiles y granadas. El resultado: once vidas apagadas, un herido, y una señal inequívoca de que la guerra en la selva está lejos de terminar. "¡Nos vamos con todo!", declaró el Ministerio de Defensa en la red social X, ratificando el inicio de una ofensiva intensificada con más de 1.500 soldados en Orellana, zona fronteriza con Perú.
La víctima fatal del lado atacante fue identificado como alias "Compadre", cabecilla de la organización criminal en Ecuador, vinculado a extorsiones en minería ilegal y relaciones con las bandas Los Lobos, Los Choneros y Comando Vermelho, esta última de origen brasileño.
La organización DW Español y la agencia AFP reportaron que el ataque se produjo en el Alto Punino, zona descrita como "santuario del crimen organizado" por el coronel retirado Mario Pazmiño, exjefe de Inteligencia del Ejército. Allí convergen intereses del narcotráfico, minería ilegal y grupos armados de Colombia, Ecuador y Brasil.
La frontera olvidada, la violencia compartida. En Colombia, las disidencias de las FARC continúan su expansión pese a los esfuerzos de paz del presidente Gustavo Petro. Su facción más activa, comandada por Andrés Rojas, alias "Araña", ha tenido diálogos con el gobierno colombiano, aunque sin avances concretos. Rojas fue capturado en Bogotá en febrero, pero la estructura criminal sigue operando.
Según la Fundación Paz y Reconciliación, estos grupos lograron rearmarse tras la firma del acuerdo de paz de 2016 y se fortalecieron en regiones donde el Estado no garantiza justicia ni seguridad. Ecuador, por su parte, enfrenta una espiral de violencia sin precedentes: un asesinato cada hora, bandas con vínculos trasnacionales, y una presencia estatal insuficiente en zonas estratégicas.
El presidente ecuatoriano Daniel Noboa ha intensificado su retórica de mano dura, pero las cifras siguen gritando una verdad incómoda: Ecuador se ha convertido en uno de los países con mayor tasa de homicidios de Latinoamérica.
"No descansaremos hasta que los responsables sean juzgados", declaró el Ejército. Pero mientras los cuerpos eran levantados por la Fiscalía en medio de la selva, las preguntas que asfixian a toda una región siguen sin respuesta.
VOCES QUE RESISTEN
“La selva está llorando, y no es por la lluvia tropical. Llora por la sangre de soldados que partieron sin saber si habría regreso, por las comunidades atrapadas entre balas y coca, por las promesas rotas de un Estado que no llega. Hoy, Ecuador y Colombia no sólo comparten frontera: comparten el duelo de una guerra que ninguno ha sabido frenar”.
— RCJ
Fuentes: DW Español, AFP
ENTRE LA PRIVACIDAD Y LA CACERÍA POLÍTICA
