Un pulso entre nostalgia y renovación recorre la Revolución Ciudadana. De los 67 asambleístas con que arrancó la bancada correísta en febrero de 2025, hoy quedan solo 62, tras cinco salidas —dos voluntarias, tres expulsiones— en menos de dos meses.
La fractura no es emergente: arrastra heridas de derrotas electorales, denuncias judiciales y decisiones centralizadas desde el exilio.
La más reciente baja fue la de Jhajaira Urresta, expulsada tras denunciar haber sido descalificada por Luisa González como “tuerta de mierda” —acusación que la asambleísta niega rotundamente. En paralelo, Sergio Peña también salió del bloque al acusar a González de tibia frente a una denuncia por violación contra otro legislador correísta —caso que terminó con la expulsión del acusado—.
La tensión se agudiza: Correa, desde su exilio, cataloga como “traidores” a quienes osan disentir; mientras tanto, figuras emergentes reclaman apertura y democracia interna.
El propio Rafael Correa ha advertido que “tal vez vengan más” renuncias; pero su estratégica frase —“Seremos menos, pero seremos más”— no logra frenar el éxodo ni aplacar los cuestionamientos: la dependencia excesiva del liderazgo en Bélgica y las acusaciones de imposiciones internas alimentan el descontento.
Mientras el movimiento se adentra en su peor fractura, el presidente Noboa fortalece su posición parlamentaria. El bloque correísta, una vez mayoritario, ahora da paso a una oposición dividida y sin rumbo claro.
Las bajas han dejado al movimiento huérfano de liderazgos capaces de conectar con un electorado de izquierda que reclama propuestas claras sobre crisis económica, seguridad ciudadana, servicios públicos, y que ya no se conforma con la nostalgia por la “década ganada”.
¿Y ahora qué deben hacer los dirigentes que siguen en Revolución Ciudadana? No basta con resistir el desgaste desde la nostalgia o la obediencia ciega. Es hora de dar un paso político y ético profundo: desvincularse progresivamente del autoritarismo simbólico de Rafael Correa, que desde el exilio sigue influyendo en la estrategia y discurso del movimiento con más peso que los propios líderes locales. La lealtad personal no puede estar por encima del mandato histórico de representar a los sectores populares, a las juventudes, a los trabajadores y a las mujeres que hoy reclaman una izquierda que no sea caudillista ni vertical, sino democrática y plural.
Se necesita un liderazgo arraigado al territorio, que escuche a las bases, que se atreva a disentir y a corregir el rumbo. Ya no hay espacio para obediencias ciegas ni discursos prefabricados desde Bélgica.
La izquierda ecuatoriana tiene una oportunidad única: reconfigurarse sin depender del aura de un líder condenado, que ha confundido su defensa personal con el destino colectivo. Hoy, más que nunca, urge construir liderazgos locales con autonomía, mujeres y hombres que representen causas, no intereses personales. La Revolución Ciudadana debe abrir las compuertas del debate interno, dejar de silenciar la crítica y generar una nueva generación de dirigentes que piensen por sí mismos, sin el miedo de ser expulsados por disentir.
¿Quién recoge la bandera de una izquierda con futuro? ¿Quién representa hoy a los millones de ecuatorianos que creen en la justicia social pero no en el mesianismo político?
El electorado de izquierda sigue ahí: vasto, huérfano y atento. Lo que necesita no es un mártir ni un verdugo, sino un proyecto político que se atreva a hablar con franqueza de los errores del pasado, que promueva una agenda contra la desigualdad y la corrupción —sin doble moral— y que tenga el coraje de renovar su lenguaje, su dirigencia y sus formas de actuar. Si la Revolución Ciudadana no lo hace, ese espacio será ocupado por nuevas fuerzas políticas… o, peor aún, por la desilusión ciudadana que deja el campo libre a la derecha más dura.
.VOCES QUE RESISTEN
“El correísmo debe aprender que el liderazgo no se impone desde el exilio, sino se construye con humildad, transparencia y ajustes reales. No basta con recordar un pasado: hay que proponer futuros.”
— Analista político ecuatoriano
“El éxodo de asambleístas no es una catástrofe: es una oportunidad. Para reconstruir un proyecto, primero hay que soltar los lastres del centralismo y la opacidad.”
— Ex militante de Revolución Ciudadana
Fuente integrada al relato: EFE / El País / El Comercio
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