La otra manera de contar el relato
Los bebés no sobreviven a la hambruna y al cerco israelí en Gaza
El azote de la ofensiva israelí ha barrido con todo. Gaza ya no es ciudad, ni campamento: es un grito colectivo, un eco agónico atrapado entre los muros del olvido. Israel ha reducido a polvo escuelas, mezquitas, hospitales... y ahora, el hambre ejecuta en silencio lo que los misiles dejaron vivo.
Una incubadora. Cuatro vidas. Cero esperanzas.
En el Hospital al Helou, al norte de Gaza, cuatro bebés comparten una misma cápsula. Parecen aves heridas en una pecera sin agua ni oxígeno. Sus cuerpos prematuros apenas pesan, pero cargan el peso de un cerco inhumano. Pañales gigantes para cuerpos de hueso. Respiradores que también se asfixian.
No es solo la destrucción. Desde el 2 de marzo, Israel ha bloqueado toda entrada de agua, alimento, medicinas, combustible. Gaza sobrevive con lo que no tiene. Las incubadoras, que antes eran 125, hoy son solo 36. Compartirlas es un acto de resistencia, no de medicina.
El hambre como estrategia de guerra
Ayer sábado, el Ministerio de Sanidad gazatí confirmó 70 muertes por desnutrición aguda, entre ellas un bebé de 35 días. Según la OMS, más de 50 menores han muerto desde el cerco. Y esa es solo la cifra oficial. Las cifras reales son fosas anónimas fuera de los hospitales.
La UNRWA alerta que 1 de cada 10 niños menores de cinco años ya presenta signos de desnutrición severa. No es una crisis. Es un crimen silencioso.
El peso de vivir menos de un kilo
Tahiye Wajih Abu Sultan, madre de cinco hijos, mira a su bebé tras un cristal que debería proteger, no aislar. Su pequeño pesa menos de un kilo. La incubadora no le salva. Los médicos no prometen nada. Solo Dios puede.
Su marido yace herido tras un bombardeo. Ella no tiene pañales. Ni leche. Ni esperanza. Gaza tampoco.
Agua con sal y desesperación
Rahma Worldwide, una ONG con sede en EE.UU., alertó ayer que más de un millón de palestinos están en riesgo de morir de hambre. La gente bebe agua con sal para engañar al estómago. El cuerpo se desploma en las puertas de los hospitales. La dignidad se arrastra con los pies descalzos de los niños.
Según testimonios médicos, la llegada de personas en estado de desnutrición extrema ha aumentado sin precedentes. Los hospitales ya no acogen. Solo reciben. El hambre no espera turnos.
Fuente informativa: Datos esenciales tomados de Agencia EFE y otros medios de dominio público.Voces que resisten
RCJ: Se me parte el alma. ¿Dónde quedó la humanidad de Occidente? ¿Dónde están los discursos que defendían los derechos humanos? ¿Qué hacen los parlamentos cuando los niños mueren a diario por un asedio inaceptable? Esta no es una guerra. Es un exterminio lento. Es la demolición de la vida ante cámaras apagadas. Gaza no pide piedad, pide oxígeno. Y lo negamos. Pide comida. Y la bloqueamos. ¿Qué más tiene que morir para que vivan los que quedan?
Que tiemblen los cimientos de los poderosos, porque la historia no se escribe con misiles, sino con memorias. Y esta será una mancha imborrable.
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