CONTAR LA NOTICIA DE OTRA MANERA
Gaza, donde el hambre también mata
“Donde mueren los niños por hambre, ha fracasado la humanidad entera.” — Eduardo Galeano
En Gaza, cada paso hacia un saco de arroz puede costar la vida. No es una metáfora. Es literal. Al menos 743 personas han muerto en las últimas semanas por intentar recoger ayuda en los puntos de distribución de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), según el Ministerio de Salud del enclave.
La tragedia se repite con brutal regularidad. Madres que se saltan comidas. Padres que cruzan zonas minadas para llevar pan. Niños que no saben lo que es el desayuno. Y todo esto ocurre bajo un cielo sin tregua, en una tierra sitiada donde el auxilio se paga con sangre.
El pan entre las balas
“Pasando hambre”, lo llaman los informes de Al Jazeera. Pero no es solo eso. Es un colapso moral. Mientras la Fundación GHF —respaldada por EE. UU. e Israel— continúa operando entre francotiradores y barricadas, se multiplican los testimonios de palestinos heridos o muertos por intentar acercarse a los camiones de comida.
Según reportes citados por Associated Press, incluso se han disparado granadas aturdidoras y municiones reales contra los civiles en busca de alimentos. La propia GHF ha negado estas acusaciones, tachándolas de “categóricamente falsas”, pero la cifra de cadáveres sigue creciendo.
Entre la desesperación y el silencio
La administración Trump ha prometido 30 millones de dólares en apoyo a la GHF. Para Washington, esta fundación es “la única que lleva comida a Gaza”. Para los gazatíes, es también una de las razones por las que mueren. En un solo sitio de distribución en Khan Younis, dos trabajadores estadounidenses resultaron heridos el sábado en medio de un ataque con granadas.
¿Quién dispara en medio de la desesperación? Nadie lo sabe con certeza. Pero todos entienden que, en Gaza, cualquier sombra puede llevar una mira. Y cualquier fila de espera puede convertirse en línea de fuego.
Cuando ya no queda elección
“Nos obligaron a ir”, dice Majid Abu Laban, palestino herido en Netzarim. “Mis hijos llevaban tres días sin comer. Intentamos engañarlos, entretenerlos, distraerlos... pero el hambre no entiende de juegos”.
Así que salió a la carretera de noche, a pie, entre miles de personas con el mismo objetivo: sobrevivir un día más. “Nos dispararon proyectiles de artillería. Solo había caos y polvo. Nadie sabía quién vivía ni quién moría. Todos corríamos para no caer.”
VOCES QUE RESISTEN
“El hambre no es un castigo. Es un crimen con culpables.” — Jean Ziegler
“Si el mundo mira a otro lado cuando los hambrientos mueren por intentar comer, entonces no hay civilización que salvar.” — RCJ
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