FRASES CÉLEBRES CON HISTORIA
21 de julio de 2025
“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?” – y la pintura se volvió una rebelión contra el sufrimiento
La frase que no se diluyó
“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?” – Frida Kahlo
(Este es una diálogo ficticio entre tres mujeres: Elena, una joven convaleciente; Martina, su enfermera; y doña Amalia, una anciana que una vez conoció a Frida Kahlo en Coyoacán)
–No puedo más, Martina... –dijo Elena con los ojos clavados al techo, como si de allí colgaran todas las promesas rotas de su vida–. No siento las piernas. No siento nada.
–A veces no hay que sentir, solo respirar –respondió Martina mientras le acomodaba la almohada–. El dolor también es un idioma, Elena. Y tú lo estás hablando con valentía.
–¿Valentía? Esto es un naufragio sin costa. ¿Qué valor hay en no poder levantarte de la cama?
En ese momento, doña Amalia, sentada junto a la ventana, dejó caer su labor de tejido. Miró a Elena con una ternura que traía memoria antigua.
–Cuando tenía tu edad, vi a una mujer caminar por el patio de la Casa Azul como si cada paso doliera... pero cada mirada ardía como un volcán. Era Frida. No tenía casi huesos sin quebrar, pero seguía pintando con el alma.
–¿Frida Kahlo? –preguntó Martina, sorprendida.
–Sí. Un día la escuché susurrar: “Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”. Lo dijo mirando un lienzo que nunca terminó. Tenía clavos en la espalda, penas en el pecho y un amor que la rompía en cada esquina... pero volaba, hija. Volaba con los pinceles.
–¿Y si yo no tengo pinceles? –murmuró Elena, con la voz hecha cenizas.
–Entonces escribe, grita, ama... o simplemente escucha. Las alas no siempre se ven. A veces son el silencio que eliges no callar.
–¿Y si me caigo?
–Entonces sabrás que ya estabas en el aire.
–¿Y si no hay nadie esperándome abajo?
–Entonces, hija... aterrizas en ti misma. Y te abrazas.
Martina, que solía ser fuerte como los hospitales que la formaron, sintió que algo le crujía dentro. Tomó la mano de Elena. Doña Amalia volvió a su tejido, pero ya no tejía lana: tejía alas.
Elena cerró los ojos. Y por primera vez, no soñó con caminar... soñó con volar.
El espejo de agua y fuego
Ciudad de México, 1945. Una joven estudiante de arte, Ana, consigue un permiso especial para visitar a Frida en su casa azul. Llega nerviosa, con los dedos manchados de óleo y el alma hecha esquirlas por una vida que también dolía.
(Este es un diàlogo ficticio entre Frida Kahlo y Ana, una joven artista que busca sobrevivir a su cuerpo roto y su alma hambrienta)
—¿Usted también siente que su cuerpo es una prisión? —dijo Ana, de pie frente al lecho de la artista.
—Mi cuerpo... —dijo Frida, acariciando el corsé de yeso como si fuera una segunda piel—. Mi cuerpo es una jaula con flores pintadas. Dolorosa, sí, pero también hermosa.
—A veces quiero arrancarme las piernas. No me sirven, no me llevan a ninguna parte.
—Yo tampoco caminé por mucho tiempo —respondió Frida, y la miró hondo—. Por eso me crecieron alas. No en la espalda... aquí —señaló su frente—. En la imaginación, Ana. Ahí está el único sitio donde somos libres.
—Pero... ¿de verdad se puede vivir así?
—No. Vivir, no. Sobrevivir. Pintar es sobrevivir. Amar es sangrar. Llorar es crear. ¿Lo ves? Lo único que no podemos permitirnos es rendirnos. Aunque el pincel tiemble.
—Mi padre dice que lo que pinto es demasiado triste.
—Entonces es honesto. Y eso es lo único que importa.
Ana bajó la mirada. El cuarto olía a aceite de linaza y a tristeza vieja. Frida tomó su mano.
—Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar? —susurró, con voz cansada pero feroz—. Que tu dolor sea tu pincel. Que tu rabia sea tu color. Y que el mundo... que el mundo se atreva a mirar.
La obra que Ana nunca firmó
Ana regresó a casa y no volvió a mencionar esa visita. Pero desde ese día, sus cuadros cambiaron. Empezaron a gritar en silencio. A temblar sobre el lienzo. A doler.
Y en la esquina de uno de ellos, sin firma, sin fecha, aparecía escrita a mano una frase, como si la pintura misma la hubiera susurrado:
“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”
La frase que no se pintó, se vivió
“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”
¿Quièn es Frida Kahlo?
Frida Kahlo – Pintar la vida
Frida Kahlo (1907–1954), nacida como Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón en Coyoacán, Ciudad de México, fue una pintora mexicana cuya obra gira en torno a su vida personal, el dolor físico y emocional, la identidad y la cultura mexicana. A los 18 años sufrió un grave accidente de autobús que la dejó con secuelas permanentes y la llevó a someterse a más de 30 operaciones. Durante su convalecencia comenzó a pintar, desarrollando un estilo único que fusiona el realismo mágico, el simbolismo y el arte popular mexicano.
Se casó con el muralista Diego Rivera en 1929, con quien mantuvo una relación intensa y tumultuosa. Su obra incluye más de 150 piezas, principalmente autorretratos, en los que plasmó su sufrimiento, sus ideas políticas y su visión del mundo. Fue miembro del Partido Comunista Mexicano y amiga de figuras como León Trotsky y André Breton, aunque rechazó ser considerada surrealista: “Yo no pinto sueños, pinto mi realidad”.
Entre sus obras más destacadas están Las dos Fridas, La columna rota, Henry Ford Hospital y El abrazo de amor del universo. Tras su muerte, su casa natal, La Casa Azul, se convirtió en museo y centro de culto a su legado artístico y feminista.
Este fragmento de su diario personal revela su visión íntima del arte y la vida”
“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?””
Frida Kahlo
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