LA OTRA MANERA DE CONTAR EL RELATO
Fito en el infierno: el ecuatoriano que camina entre los monstruos
Hay prisiones. Y hay abismos. Pero lo que se levanta en Brooklyn bajo el nombre de Centro de Detención Metropolitano (MDC) no pertenece a este mundo. Es un limbo sin cielo, donde los barrotes no protegen del horror, sino que lo encarnan. A esa grieta del infierno ha caído Adolfo Macías Villamar, alias Fito, el hombre que desde Ecuador tejió un imperio criminal con los dedos aún manchados de infancia costeña y pólvora reciente.
Allí dentro, entre paredes que no devuelven el eco, conviven los nombres más temidos del hemisferio: El Mayo Zambada, Caro Quintero, Diddy Combs, el “Viceroy”, Guo Wengui, el fantasma de Epstein... y ahora, el ecuatoriano Fito. Un hijo del trópico en el invierno penal del norte.
“El infierno está vacío, y todos los demonios están aquí.”
— William Shakespeare
No hay celda, sino jaula. No hay rejas, sino cuchillas invisibles. La MDC fue descrita por el propio The New York Times como “el infierno en la Tierra”. Dos reos muertos en un mes; cortes de luz que dejaron a cientos tiritando entre heces y silencio; una demanda colectiva que costó diez millones de dólares a Estados Unidos. Según CNN en Español, allí han muerto hombres esperando juicio, y han sobrevivido otros que no volverán jamás a caminar sin miedo.
Fito ahora comparte techo con quienes una vez encabezaron carteles, gobernaron países, corrompieron ministerios y vendieron música con el mismo ritmo con que compraban almas. Pero él no es solo un número más. Él es el eco latinoamericano que resuena en las cloacas del imperio. El mensaje de que Ecuador también escribe capítulos en el crimen global, para bien o para mal.
“La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso.”
— Jean-Paul Sartre
Pero ¿quién lo juzga? ¿El sistema que en 2019 dejó sin calefacción a más de mil internos? ¿El mismo MDC que confinó a Genaro García Luna por casi cinco años en condiciones que él mismo describió como “inhumanas”, donde presenció homicidios y fue segregado sin razón, grabado ilegalmente más de dos mil horas por compañeros infiltrados? ¿O el mundo que mira desde su sofá y murmura, sin asco, “se lo merece”?
La cárcel no es redención. Es venganza institucionalizada. Y Fito, con todos sus delitos a cuestas, es ahora parte de ese engranaje que no rehabilita, sino que devora. ¿Es culpable? Sin duda. Pero también es síntoma. De un país roto. De un continente donde los peces pequeños mueren y los tiburones aprenden inglés.
Puedes leer aquí el reportaje completo de CNN: https://espanol.yahoo.com/noticias/infierno-tierra-c%C3%A1rcel-mdc-fito-193759935.html
VOCES QUE RESISTEN
El relato de Fito en el MDC no es solo una crónica criminal. Es un espejo. Refleja el fracaso del Estado ecuatoriano, sí, pero también la decadencia moral de un sistema carcelario internacional que prefiere silenciar a reformar. En ese infierno sin llamas, donde se cruzan artistas caídos, políticos corruptos y narcotraficantes legendarios, Fito no es menos ni más. Es otro eslabón de la cadena.
Que un ecuatoriano figure hoy entre los nombres más notorios del MDC no es casualidad. Es un llamado urgente: Ecuador ya no puede ser invisible ni ajeno a esta trama global del crimen y el castigo. Esto exige que su sistema penitenciario deje de ser un simple mecanismo de confinamiento para convertirse en una institución que funcione con rigor técnico, dignidad y respeto por los derechos humanos conforme a la Constitución ecuatoriana (Expreso).
España, lejos de ser perfecta, ha construido cárceles modernas como Estremera (Madrid) o Picassent (Valencia), donde la infraestructura incluye módulos habitables con baños internos, áreas comunes, talleres, bibliotecas, atención sanitaria y espacios de inserción laboral (Wikipedia). Aunque enfrentan retos como superpoblación —hasta un 35 % en Picassent con incidencia de motines—, también destacan por contar con programas estructurados de reinserción, trabajo remunerado dentro de la prisión y vigilancia tecnológica eficaz (HuffPost).
En cambio, el sistema ecuatoriano arrastra décadas de deficiencias: hacinamiento promedio del 40 %, mortalidad violenta dentro de las cárceles, falta de separación técnica entre procesados y sentenciados, escasa atención sanitaria, alimentación e higiene insuficientes, y casi nula rehabilitación social (Reddit).
El Estado ecuatoriano ya diseñó una política penitenciaria basada en derechos humanos, con doce ejes estratégicos orientados a garantizar salud, educación, trabajo, infraestructura digna y rehabilitación (Ecuador Chequea). Sin embargo, los informes de organismos como la CIDH y la ONU siguen advirtiendo sobre condiciones inhumanas que constituyen tratos degradantes y violación de derechos fundamentales (Infobae).
Por ello, es indispensable reformar desde estos principios y aplicar las lecciones del sistema español:
- Separación técnica real, evitando la convivencia forzada de grupos con perfiles distintos (Cadena SER, Reddit)
- Infraestructura digna y espacios funcionales, como los módulos de respeto y zonas de reinserción (Wikipedia)
- Personal calificado, con capacitación constante, no sustituyendo trabajadores civiles por militares o expolicías sin formación penal integral (Expreso)
- Programas de educación laboral, reducción de penas por méritos y reinserción, para que la pena no sea un ciclo que engendra violencia (Reddit)
- Vigilancia tecnológica y transparencia, implementando cámaras, protocolos y rendición de cuentas institucional
Ecuador tiene ahora la oportunidad (y la obligación constitucional) de construir un sistema carcelario que cumpla con todas las medidas de contención, rehabilitación y dignidad. Si logramos esto, no será solamente justicia para quienes están dentro; será una señal poderosa de que, al fin, contamos nuestra historia con criterios éticos y respeto al ser humano —no permitiendo que otros la escriban con sangre como siempre.
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