La historia de Kilmar Ábrego García expone las grietas más hondas del sistema migratorio estadounidense, especialmente durante la era Trump. Según documentos revelados por Agencia EFE, Ábrego fue deportado ilegalmente a El Salvador, donde sufrió tortura en la megacárcel salvadoreña CECOT. Su testimonio pone en tela de juicio la legalidad y humanidad de muchas decisiones de política exterior e interior en los Estados Unidos.
Errores, abusos y un viaje al infierno
La deportación de Ábrego, ciudadano salvadoreño con residencia legal en Maryland, ignoró una orden judicial que impedía su expulsión. Lo que siguió fue un descenso a los infiernos: palizas, amenazas, privación del sueño y desnutrición. Sus abogados afirman que fue tratado como un criminal, enviado a convivir con pandilleros, aislado y golpeado.
El peso del error administrativo
Desde la prisión CECOT hasta los tribunales de Maryland, Ábrego carga con el peso de un “error administrativo” que le ha costado la salud, la estabilidad emocional y posiblemente la libertad. El gobierno estadounidense afirma ahora que será deportado a un tercer país tras enfrentar cargos penales por tráfico de migrantes, los cuales niega rotundamente.
¿Criminal o chivo expiatorio?
Mientras la defensa insiste en que Ábrego es víctima de persecución y error sistemático, el DHS y la administración Trump lo califican como pandillero. El enfrentamiento entre versiones alimenta un clima de desinformación y polarización, donde los derechos de los migrantes se desdibujan entre titulares y estrategias políticas.
VOCES QUE RESISTEN
"Este caso no es solo sobre Kilmar. Es sobre todos los migrantes que caminan con la esperanza de encontrar justicia al otro lado de una frontera", dijo Rosa María Gutiérrez, activista pro-inmigración en Washington.
El drama de Ábrego García representa un espejo de las políticas migratorias que priorizan la deportación sin garantías por encima de los derechos humanos. Ignorar órdenes judiciales, promover perfiles raciales y reducir la humanidad del migrante a una estadística es una forma institucionalizada de violencia.

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