Fuente: Primicias.ec
“Hay amores que nacen de la causa, pero mueren en la conveniencia.”
— RCJ
Entre abrazos rotos y votos prestados: el romance político de los que se fueron
En la política, como en el amor, hay quienes juran eternidad, y sin embargo, cambian de piel al primer viento contrario. En Ecuador, los antiguos aliados del correísmo hoy parecen antiguos amantes: comparten un pasado, se guiñan desde la distancia, pero caminan en rumbos que ya no se cruzan. Alianza PAIS fue, alguna vez, una familia unida por la utopía. Hoy, solo quedan fotos descoloridas en los portarretratos del poder.
Esta es la crónica de quienes, alguna vez, caminaron bajo el mismo paraguas ideológico, pero terminaron bailando bajo lluvias distintas. No es una lista. Es un poema político con versos inconclusos, estrofas tachadas y metáforas cambiadas en la Asamblea.
Lenín Moreno: el delfín que nadó hacia otra costa
El más fiel de los leales, el vicepresidente que compartía sonrisas y giras con Correa, acabó navegando en solitario. No fue solo una ruptura: fue una mudanza emocional. Moreno no solo cambió la melodía, sino que destruyó el viejo piano. En su gobierno, los íconos del correísmo fueron desmantelados como muebles viejos. Correa lo llamó traidor. Él respondió con distancia y reformas.
“Yo no traicioné a nadie. Solo quise respirar sin gritos”, habría dicho a sus cercanos.
María Paula Romo: la primavera que se negó al otoño autoritario
Joven, académica, feminista. Romo encarnaba una nueva forma de hacer política. Se alejó del correísmo cuando detectó que la revolución dejó de oler a jazmín para oler a imposición. Desde el Ministerio de Gobierno, se volvió símbolo de una institucionalidad más fría, pero menos vertical. El correísmo la acusó de represión. Ella respondió con tecnocracia y mano firme. Nunca volvió la mirada atrás.
Marcela Holguín: silencios que gritan lejanía
Fue de las últimas en irse. Y lo hizo como se van los que aún sienten algo: en silencio, sin escándalos, sin discursos. Desapareció de redes sociales, renunció a su curul, se apagó. Su lejanía fue un poema triste, no un acto de traición. No hizo falta una carta. Su ausencia fue suficiente. Correa no dijo su nombre. Tal vez por respeto. Tal vez por olvido.
Mónica Salazar: el adiós que dolió más por inesperado
Una legisladora fuerte, incisiva, que decidió dejar el bloque correísta aludiendo a problemas internos y falta de apoyo. Se fue con elegancia, pero se unió pronto a la mayoría de Noboa. Correa le respondió con una frase que sonó más a despecho que a disciplina: “No quiero volver a hablar contigo”. Fue como escuchar a un amante herido.
Ferdinan Álvarez: la promesa que se fue con la corriente
Joven, elocuente, con ambición de liderazgo. Álvarez se marchó tras un escándalo que salpicó al correísmo y a Jorge Glas. Se unió al oficialismo y lidera ahora la Comisión de Fiscalización, en un giro que muchos ven como pragmatismo puro. Pero sus antiguos compañeros lo ven como el hijo pródigo que no volverá. ¿Le dolió? Tal vez. Pero eligió el futuro sobre la fidelidad.
“Quien te acompaña en las causas, no siempre estará contigo en las consecuencias.”
“Hay rupturas que duelen menos cuando se entienden como liberaciones.”
VOCES QUE RESISTEN
Tal vez el correísmo no está muriendo, sino mudando de piel. Tal vez los que se fueron aún creen en lo que defendieron, pero ya no en quienes lo dirigían. En la política ecuatoriana, las rupturas no siempre son traiciones: a veces son gestos de amor propio, aunque duelan. Pero no olvidemos: donde hubo fuego… siempre quedan cenizas legislativas.
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