Crimen y economía: el sabotaje silencioso al futuro latinoamericano
En la trastienda del crecimiento económico de América Latina se libra una guerra silenciosa que no se cuenta en PIBs ni en exportaciones: se mide en muertos, en territorios sin ley y en jóvenes sin futuro. Así lo denuncia el último informe del Banco Mundial, y que lo rocoge AFP. Dicho informe advierte que el crimen organizado no solo desangra a la región, sino que la mantiene atada a un "pobre equilibrio" de estancamiento económico, baja productividad y desigualdad estructural.
La región, que apenas representa el 9% de la población mundial, carga con un tercio de los homicidios del planeta. Desde los años 2000, esta brecha de sangre no ha hecho más que ampliarse: mientras el promedio mundial bajó, América Latina pasó de tener tasas 5 veces más altas a casi 8 veces superiores. La violencia se ha convertido en la gramática de la periferia.
Con datos alarmantes, el BM sitúa a países como Honduras con 38 homicidios por cada 100.000 habitantes, frente a cifras mucho menores en Argentina (5) o Bolivia (4). Aunque se han logrado mejoras parciales en El Salvador y Venezuela, otras naciones como Ecuador y Haití se hunden en una espiral de caos.
La radiografía del crimen regional es compleja y multicausal. Desde la demanda global de cocaína y oro ilegal hasta el tráfico de migrantes, pasando por la militarización fallida, el aumento de armas, el uso de tecnología y el repliegue estatal en territorios vulnerables. En países como México y Colombia, la pandemia del COVID-19 no solo reconfiguró los mercados: también dio paso a organizaciones criminales que suplieron al Estado, ofreciendo “gobernanza” donde había vacío.
Uno de los ejemplos más ilustrativos lo ofrece el Tren de Aragua en Venezuela, que pasó de extorsionar a migrantes en tránsito a montar su propio aparato logístico con empresas de transporte y alojamiento.
Según el BID, los costos directos del crimen organizado equivalieron al 3,4% del PIB regional en 2022. Una cifra que no contempla el costo humano, social o institucional.
Para revertir este ciclo vicioso, el Banco Mundial propone una estrategia en dos frentes: a corto plazo, robustecer cárceles, fuerzas de seguridad y sistemas de justicia, y a largo plazo, invertir en educación, empleo y prevención entre jóvenes en riesgo. Sin embargo, ninguna reforma será suficiente si no se rompe el círculo de impunidad y abandono.
"El crimen organizado se alimenta del silencio, de la desigualdad y de los Estados ausentes. No se trata solo de combatirlo, sino de reemplazarlo con justicia y oportunidades reales."
VOCES QUE RESISTEN
Desde las favelas de Río hasta las comunas de Medellín, la lucha no solo es contra los carteles sino contra el olvido institucional. El informe del Banco Mundial es una llamada de atención, pero también un espejo incómodo para gobiernos que postergan la justicia social mientras militarizan la pobreza.
RCJ