FRASES CÉLEBRES CON HISTORIA
📅 7 de julio de 2025
Clarice Lispector: La mujer que escribió desde el vértigo
“¿Libertad? Es poco. O lo que quiero aún no tiene nombre.” – el grito íntimo que no cabe en ninguna jaula
La frase que nadie se atrevió a leer en voz alta
“¿Libertad? Es poco. O lo que quiero aún no tiene nombre.” – Clarice Lispector
El reflejo que se quebró a las 3:12
Lucía se miró en el espejo del baño. No lloraba, pero había algo roto en su mirada. Era abogada, madre de dos hijos, esposa de alguien que ya no la escuchaba. Desde afuera todo parecía en orden. Pero adentro... adentro había un incendio silencioso.
En su bolso llevaba una libreta negra donde escribía frases sueltas, como ecos. Esa noche anotó:
“¿Libertad? Es poco. O lo que quiero aún no tiene nombre.”
Y no era solo una cita. Era su verdad. Su frontera. Su amenaza.
El encuentro con el abismo
Al día siguiente, abandonó el juicio en pleno interrogatorio. Caminó sin rumbo. Llegó a una biblioteca pública. En la sección de autores brasileños, tomó un ejemplar de La hora de la estrella.
—¿Busca algo? —le preguntó una joven bibliotecaria.
—Sí —respondió Lucía—. Quiero encontrar el nombre de lo que siento.
La bibliotecaria sonrió con extrañeza. Nadie había formulado una búsqueda así.
La voz en la escalera
Días después, Lucía dejó una carta en la mesa del comedor. No era una despedida. Era un inicio. Decía:
“Me voy. No por falta de amor, sino por exceso de silencio. Me voy a buscar lo que aún no sé nombrar.”
Su esposo la llamó por teléfono, desesperado. Ella no contestó. Tomó un tren hacia el sur, con una sola maleta. Dentro: ropa, libros de Clarice, su libreta negra y una fotografía de ella misma a los ocho años, con una expresión que nunca volvió a ver.
—Te estoy buscando —se dijo en voz baja—. No te vayas.
El grito suave de quien se encuentra
En una casa de retiro, lejos del mundo, Lucía volvió a escribir. Lloró frente al mar. Se permitió estar sola sin estar vacía. Se tocó las cicatrices emocionales con dulzura. Leyó en voz alta los pasajes más salvajes de Lispector.
Una noche, frente al fuego, escribió por fin algo que no le tembló al pronunciar:
“No quiero la libertad que me ofrecen. Quiero la mía. Aunque aún no tenga nombre. Aunque nadie me entienda.”
Y por primera vez en décadas, durmió sin armaduras.
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