Capítulo 1 – La Llegada
Del mito al miedo: así comenzó todo
En el balneario de Las Palmas, donde se mezclan los cuerpos de negros, blancos, mestizos e indios como si el sol los fundiera en una sola piel, nació una historia que el tiempo no ha logrado apagar. No se sabe con exactitud el día, ni quién la vio primero. Pero lo que sí se recuerda es que, desde que apareció, la vida en el pueblo cambió para siempre.
Ella llegó sin aviso. No traía equipaje. No pidió permiso. Simplemente apareció.
Era alta, hermosa, con una figura imposible de ignorar. Su cabello dorado caía como cascada sobre su espalda. Su piel blanca parecía brillar con la luna, y sus ojos azules tenían la profundidad del mar embravecido. Llevaba siempre vestido rojo y tacones tan altos y filosos que las mujeres del pueblo los llamaban “de aguja asesina”.
Y cada vez que ella pisaba el balneario, todos sentían que algo en el aire se tensaba.
Fue en la discoteca GenCaMar, el lugar donde la juventud del pueblo ardía al ritmo del tambor, del vallenato, de la salsa y de la carne viva, donde empezó su ritual. Ella no hablaba. Solo bailaba. Y con cada baile, un hombre caía. Nadie lo supo al principio. Nadie quería creerlo.
Pero la primera muerte no tardó. Y luego vinieron otras. Todas, marcadas por el mismo signo: cuerpos chamuscados, como si hubieran sido abrazados por un fuego invisible. A veces aparecían en la entrada del pueblo. Otras, en los quioscos de venta. Y algunas, justo al lado de la quebrada, detrás de GenCaMar.
Así comenzó la leyenda.