. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump© Image MundoDeportivo.com
Trump y la resurrección de Alcatraz: espectáculo, símbolos y sombras de poder
“Donde el miedo manda, la justicia suele quedarse callada”. — RCJ
En una madrugada estadounidense, mientras el país duerme entre titulares repetidos y una polarización que no descansa, Donald Trump reaparece con lo que sabe hacer mejor: transformar el miedo en mensaje político. Esta vez no se trata de un simple tuit escandaloso o una rueda de prensa incendiaria. Es más que eso. Es una declaración que revive un ícono del encierro, el castigo y el poder punitivo: Alcatraz.
El expresidente —y ahora nuevamente mandatario tras unas elecciones menos ajustadas de lo que se preveía— ha ordenado la reapertura, ampliación y reconstrucción de la histórica prisión federal situada en la bahía de San Francisco. “Vamos a encerrar a los criminales más despiadados y violentos de América”, afirmó en un comunicado compartido en redes, en el que también apuntó contra los jueces “que tienen miedo de hacer su trabajo” y contra “los criminales que llegan ilegalmente al país”.
Desde su tono agresivo hasta la retórica de “ley, orden y justicia”, el mensaje encaja con una narrativa que se repite desde su primer mandato: mano dura, desprecio a los matices, teatralidad bien calculada. Como si el simple acto de anunciar la reapertura de Alcatraz fuera en sí mismo una estrategia de dominación mediática, antes que una medida real de política criminal.
La prisión —cerrada oficialmente en 1963— vuelve ahora como símbolo. No de justicia, sino de espectáculo. Como si los grilletes y las celdas pudieran resolver la fractura social de una nación que se debate entre la represión y el colapso ético.
Desde España, el coronel Pedro Baños, especialista en geoestrategia y psicología del poder, no tardó en responder. Su análisis, compartido en redes, fue tajante: “Cada día un numerito. No sea que vayamos a dejar de prestarle atención. Trump es un maestro de la manipulación social y sabe cómo enviar los mensajes adecuados para estar permanentemente en el candelero”.
Y Baños no exagera. Trump ha entendido como nadie la lógica del presente: no importa tanto lo que se dice, sino cómo se lo convierte en evento. En símbolo. En distracción.
VOCES QUE RESISTEN
Reabrir Alcatraz no hará más segura a América, pero sí más temerosa. No resolverá el crimen, pero tal vez ayude a consolidar un relato. Ese en el que los “malos” tienen cara, color y acento extranjero. Ese en el que la justicia se mide en barrotes y la política se confunde con el show. Ante eso, la sociedad debe preguntarse: ¿de qué prisión necesitamos liberarnos realmente?
RCJ
Cuando la salsa se enamora del afrobeats: Beéle y Marc Anthony, un cruce de generaciones
"Hay quienes nacen con música en las venas, pero solo unos pocos logran convertirla en un puente entre mundos". – RCJ
La historia de esta canción no comienza en un estudio de grabación, sino en la memoria emocional de un niño costeño colombiano que creció entre tambores africanos, cumbia, salsa y atardeceres de mar. Ese niño es Beéle, hoy convertido en una de las voces más frescas del nuevo sonido urbano tropical. Y su historia acaba de tejerse con la de una leyenda: Marc Anthony.
“Dios me oyó” no es solo un título. Es una declaración de gratitud y destino cumplido. Así lo recoge Billboard Música en su reciente reseña: el tema, con tintes de afrobeats y alma caribeña, fusiona la esencia urbana de Beéle con el romanticismo clásico y la cadencia inconfundible del salsero de Nueva York.
“Dios me oyó, Dios me oyó / Tú ere’ agua bendita y me la tomo yo”, reza el pegajoso coro, que más que verso, parece rezo. El propio Beéle, de apenas 21 años, lo explica así: “Es una carta de amor a mis raíces. Vengo de una familia llena de cultura costera colombiana. Somos amantes de la salsa y la música africana desde siempre. Tener ahora una canción con alguien a quien crecí escuchando, Marc Anthony, simplemente tiene sentido. Es más que un sueño hecho realidad. Es el destino”.
Marc, por su parte, no necesita presentación. Pero en esta colaboración, su presencia no es decorativa: su interpretación añade peso emocional, madurez y legitimidad a un tema que podría haber quedado solo en moda. Aquí hay alquimia real, no cálculo comercial.
El resultado es una canción que suena a ahora, pero también a siempre. Que baila entre generaciones y se atreve a unirlas. Un encuentro que demuestra que el relevo generacional en la música latina no es ruptura, sino continuación con nuevos colores. Un homenaje vivo al Caribe, al mestizaje musical y a la fuerza de los sueños que no conocen fronteras ni edades.
VOCES QUE RESISTEN
Beéle no solo canta. Hace memoria. Y cuando Marc Anthony se le suma, no lo eleva: lo acompaña con respeto. Porque el arte verdadero no compite: conversa. “Dios me oyó” es también una oración por la unidad, por la música que recuerda de dónde viene y no olvida hacia dónde quiere ir.
RCJ