"Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros. Otros, molinos." — Proverbio chino
Según informó la Agencia Reuters, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. publicó un listado de 20 códigos arancelarios exentos, entre los que destacan los dispositivos de procesamiento automático, chips de memoria, pantallas planas y unidades de disco. Para los analistas del sector, como Dan Ives (Wedbush Securities), esta ha sido “la noticia más optimista del fin de semana”. La medida también excluye de los gravámenes del 10% a productos fabricados fuera de China, como los iPhones ensamblados en India o los chips taiwaneses.
Pero esta decisión no es signo de debilidad, sino de cálculo. La administración Trump ha empezado a reconocer el coste político y económico de una política arancelaria agresiva en un contexto de inflación sostenida y mercados nerviosos. La subida de precios era inminente: un iPhone podría haber pasado de costar 1.599 dólares a superar los 2.300. Ante ese escenario, el repliegue ha sido táctico. Como señala un funcionario de la Casa Blanca, la exclusión solo se aplica a los aranceles “recíprocos” de Trump, que recientemente alcanzaron el 125%. Los anteriores, del 20%, se mantienen, vinculados por Trump a su cruzada contra la crisis del fentanilo.
La portavoz presidencial, Karoline Leavitt, defendió la postura del mandatario, reiterando que EE. UU. no puede depender de China para tecnologías estratégicas. Subrayó que empresas como Apple y Taiwan Semiconductor ya están acelerando su traslado de producción hacia suelo estadounidense. Un giro industrial que, de confirmarse, alteraría las bases mismas del comercio global.
Esta tregua arancelaria tiene también una lectura electoral: Trump ha prometido recortar los precios como punta de lanza de su retorno a la Casa Blanca. Pero esa promesa choca con la realidad de unos aranceles que, según expertos, podrían desatar una recesión o paralizar el comercio bilateral con China. No en vano, el propio Trump, mientras descansaba en Florida, admitía que se sentía “cómodo” con los aranceles, aunque mantiene una relación “positiva” con Xi Jinping. Un delicado juego de ajedrez económico en plena campaña.
El viernes, China respondió con una subida equivalente del 125% a los productos estadounidenses. Los mercados, ya en ebullición, encontraron en el oro un refugio, llevándolo a un máximo histórico. Las señales no podían ser más claras: se avecinan turbulencias. Y el tablero global, más que equilibrarse, parece inclinarse hacia una guerra fría comercial de nuevo cuño.
VOCES QUE RESISTEN
“Cuando las tarifas se convierten en arma, el comercio deja de ser puente para volverse muralla”. La medida de Trump es, más que una concesión, un gesto de supervivencia política. Mientras los grandes nombres de Silicon Valley aplauden en silencio, los consumidores siguen siendo rehenes de una batalla entre potencias. La economía mundial se mueve, pero con respiración asistida. ¿A quién beneficiará realmente esta tregua temporal? El futuro responderá… siempre que llegue sin otro arancel encima.